martes, 9 de septiembre de 2014

El caballero de la fe

EL SÉPTIMO SELLO 
(Ingmar Bergman, 1957)

“Y cuando el Cordero rompió el séptimo sello, hubo silencio en el cielo durante una media hora”. Con esta inquietante cita de libro del Apocalipsis (8, 1) da comienzo El séptimo sello, una de las cintas más representativas de Ingmar Bergman. En ella se abordan muchas de las que serán las cuestiones clave en la filmografía del director sueco.

Antonius Block (Max von Sydow) es un caballero que regresa a su pueblo tras diez años peleando en las Cruzadas. No obstante, será en su propia tierra donde el caballero tenga que afrontar un mal mucho más despiadado que la lucha por los santos lugares: la peste negra. Semejante calamidad es un resorte que saca a relucir cuáles son las verdaderas convicciones de cada hombre. Así, Bergman carga la mano con algunos de los tópicos más oscuros y más conocidos de la Edad Media –grupos de flagelantes, augurios apocalípticos, quemas de brujas…– y esboza un retrato donde las sombras provienen de una fe adulterada, fuente de supersticiones.

Entre todos los personajes del relato, sólo uno parece dar muestras de una fe pura, aunque vacilante. Se trata de Antonius Block, el caballero cristiano que reta a la muerte a una partida de ajedrez a fin de prolongar su vida. Este intrigante personaje puede parecer una figura de una época pasada, pero en seguida nos damos cuenta de que no es así. Los interrogantes que atormentan al caballero son en esencia los mismos que nos inquietan a nosotros mismos: preguntas sobre Dios, el sentido de la fe, la muerte y lo que hay más allá. En todos los tiempos hemos buscado incansablemente, muchas veces en la más completa oscuridad, el verdadero rostro de Dios. “Quiero que Dios me tienda su mano, vuelva su rostro y me hable”, reconoce Antonius. 

Antonius Block, caballero de una fe ciega
El séptimo sello presenta claros ecos del pensamiento del filósofo danés Søren Kierkegaard. En su conocida obra Temor y temblor, Kierkegaard había descrito la figura del ‘caballero de la fe’, aquel hombre que guía su existencia con la única brújula de una fe ciega. En palabras del filósofo, el caballero de la fe “está en una soledad universal donde jamás se oye una voz humana, y camina solo, con su terrible responsabilidad a cuestas”[1]. Considero legítimo apuntar a un paralelismo entre esta figura y el personaje de Antonius. Bergman encarna en el caballero cruzado las paradojas de esa fe ciega, audaz y frágil al mismo tiempo, que hace vivir a Antonius en un constante ‘temor y temblor’, como había dicho Kierkegaard, inspirado en san Pablo. Así lo expresa el personaje: “La fe es un grave sufrimiento, es como amar a alguien que está afuera en las tinieblas y que no se presenta por mucho que se le llame”. 

Mediante un tono angustioso, existencial, El séptimo sello nos sitúa frente a esas preguntas ineludibles, y no nos deja escapar. Este es uno de sus grandes méritos. Sin embargo, a diferencia de Dostoievski –en quien Bergman parece haberse inspirado para algunos de los diálogos–, el director sueco parece no dar respuestas. Sólo queda, tal y como se anticipa desde el comienzo –“hubo silencio en el cielo durante una media hora”–, el silencio de Dios. No obstante, este silencio es un elocuente indicio de los derroteros que tomaría el cine de Bergman, cada vez más escéptico y desesperanzado. Y es que una fe irracional y ciega –que el cineasta heredó de su padre, pastor luterano–, tan próxima al voluntarismo, toma tarde o temprano el mismo camino: el silencio sobre Dios y su posterior negación. 

[1] KIERKEGAARD, Søren, Temor y temblor, traducción de Vicente Simón Merchán, Tecnos, Madrid, 1987, p. 67

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