domingo, 14 de abril de 2013

Una de pollo frito, con sabor agridulce

CRIADAS Y SEÑORAS (Tate Taylor, 2011)

Entre los múltiples lugares comunes explorados por el cine, el sur de los Estados Unidos es uno de ellos. Desde Matar a un ruiseñor o Arde Mississipi hasta Tomates verdes fritos u O’Brother. El sur es un concepto con un significado muy claro. En este sentido, Criadas y señoras es, en algunos aspectos, una película más sobre el sur. En ella se dan cita ingredientes propios de este gran concepto como pueden ser los años sesenta, el pollo frito y el apple pie, la Iglesia baptista con ritmos de gospel, la infancia, el Ku-klux-klan, el odio racial y la lucha por la libertad. 

Sin embargo, el film de Tate Taylor no es sólo un drama sureño. La película consigue no caer en el tópico gracias a una novedosa perspectiva. Nos cuenta la historia de Skeeter, una chica con inquietudes que regresa a su hogar en Jackson, Mississipi, después de terminar la universidad. Allí conocerá a Aibie y Minny, dos mujeres negras resignadas a trabajar servilmente en las casas de familias blancas. El humillante trato al que estas son sometidas llevará a Skeeter a emprender un proyecto que pondrá en juego el futuro de las mujeres negras de Jackson, ya de suyo incierto: un libro que revele, a través de testimonios anónimos, la verdad sobre el racismo, un fenómeno en auge por aquellas décadas en los Estados del sur. 

La película evita con acierto el tono denuncia explícita propio de películas como Arde Mississipi, donde una brutal violencia racial acarrea toda la carga dramática. Por el contrario, Taylor apuesta por una crítica que combina algunas pinceladas de dramatismo con generosas dosis de humor. Un drama más sobre las injusticias del racismo en el sur de Estados Unidos sencillamente no habría añadido nada a lo ya dicho. Lo más seguro es que el film hubiera caído en el tópico y la redundancia. Y es que parte de la novedad de Criadas y señoras es ese tono amable y desenfadado que la alejan de ser una película pretenciosa que promete más de lo que realmente da. Contribuyen de modo especial a este toque de humor las logradas interpretaciones de Octavia Spencer como Minny y de Sissy Spacek como la señora Walters, la descarada madre de Hilly. 

Pese a estar basada en una novela inspirada en hechos reales, la adaptación del propio Taylor parece moverse más en el territorio de la fábula. En diversas ocasiones, el film denota un evidente aire de ficción, con un ritmo cuidadosamente marcado mediante contrapuntos que alternan humor y drama. Contribuye también al tono de fábula el maniqueísmo con el que son tratados algunos personajes como Hilly y Elizabeth. Su comportamiento supuestamente racista roza muchas veces lo absurdo y, en lugar de generar tensión dramática, nos mueve a la risa. Junto a estos personajes, encontramos otros arquetipos también próximos a la fábula tales como Constantine, la mujer negra que crió a Skeeter; Edward, el pretendiente de Skeeter o el director del periódico de Jackson. 

Si bien Criadas y señoras gira en torno al problema del racismo en el sur de Estados Unidos, considero que la película aborda –sin grandes pretensiones- otros temas de alcance universal. Uno de ellos –quizá el más importante- es la valentía para decir la verdad. Skeeter emprende el proyecto de recopilar testimonios movida por una curiosidad periodística, más o menos frívola. Sin embargo, será ella misma la que, poco a poco, se dé cuenta de que ese libro no es simple un reto periodístico. Es el altavoz por el que decenas de voces anónimas, calladas hasta el momento por la resignación y el miedo, podrán sentirse libres confesando la verdad sobre sus vidas. Al comienzo, son las propias mujeres negras las que temen revelar la verdad. “¿Y si no le gusta lo que tengo que decir sobre los blancos?”, pregunta Aibie a Skeeter. Decir la verdad puede ser a veces un acto dolorso, pero, ante todo, es siempre un acto de libertad y, muchas veces, de justicia. Aibie, la auténtica protagonista del film, terminará dándose cuenta de ello. “Dios dice que amemos a nuestros enemigos. Es difícil. Pero se puede empezar diciendo la verdad. Una vez hube contado la verdad sobre mi vida, me sentí libre”.

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