VOLVER A EMPEZAR (BEGIN THE BEGUINE)
(JOSÉ LUIS GARCI, 1982)
No pocos años después de debutar en la pantalla con Asignatura pendiente (1977) –película que más tarde se convertiría en uno de los títulos más representativos de la Transición española-, José Luis Garci llevaría al cine español a la cima de su hasta entonces azarosa trayectoria al obtener el Óscar de la Academia a la “Mejor Película en Habla No Inglesa” con Volver a empezar. Hecho sin duda sorprendente en el caso de una figura tan polifacética como lo es la de Garci -autor literario, crítico de cine, director, guionista y productor.
La película nos cuenta la historia de Antonio Miguel Albajara, un asturiano exiliado desde el año 38 que, poco después de recibir el Premio Nobel de Literatura, decide regresar a Gijón, la tierra de su juventud, para reencontrarse con sus viejos amigos y ver por última vez a Elena, la mujer de la que una vez se enamoró y cuyo recuerdo no ha podido borrar de su mente durante los años de exilio.
Un solo visionado de la película basta para darnos cuenta de que Garci es un purista que cuida hasta los detalles más menudos. El desarrollo de la trama es simple y perfecto –casi geométrico: alternando constantemente escenas de diálogos con paisajes de Asturias. Se trasluce en ella el amor de Garci por el cine clásico norteamericano –la historia sigue en muchos casos los cánones de la narrativa cinematográfica de los años cuarenta y cincuenta- y su afán de emularlo en cada escena, en cada plano. Puede que este sea uno de los motivos por el que algunos han apuntado que, si bien esta película es perfecta en su forma, carece de personalidad propia. El retorno a la tierra natal –no me resisto a comparar esta película con El hombre tranquilo, clásico admirado por Garci-, la enmienda de una vida al saber la muerte próxima… Son lugares comunes del melodrama que Garci revisita con pulcritud técnica y una no siempre acertada dosis de sentimentalismo.
Merecen una especial mención las interpretaciones. Por un lado, Antonio Ferrandis –más conocido por su papel como Chanquete en la célebre serie Verano azul- en el papel de Antonio. La suya es una interpretación sobria y contenida. Antonio es un hombre entero, sereno y, al mismo tiempo, nostálgico y apasionado. Hago hincapié en la secuencia de arranque de la película. Los primeros planos del rostro de Antonio, contemplando los lugares de su juventud, son muy expresivos. Por otra parte, es notable la interpretación de Encarna Paso como Elena, una mujer romántica y cariñosa. Lástima que sus intervenciones en la película estén dobladas, pues esto resta naturalidad a la película. Un tercer personaje fundamental es el de Roxiu, el viejo amigo de Antonio, interpretado de forma admirable por José Bódalo. Me detengo en destacar la escena en la que Antonio y Roxiu conversan junto a la chimenea y este revela a su amigo el motivo de su regreso: su enfermedad terminal. Considero que esta es la escena más conmovedora de toda la película. Roxiu apenas dice nada a su amigo, pero cada mirada suya condensa un sinfín de sentimientos. Por último, las palabras “Antonio, lo siento” tienen una fuerza brutal y golpean al espectador en lo más hondo. Encontramos junto a estos personajes otros más secundarios que aportan un contrapunto cómico a la trama: es el caso de Gervasio Losada, el puntilloso gerente del Hotel Asturias, interpretado por el brillante Agustín González.
En el plano técnico, quisiera remarcar la calidad de la fotografía. Salvo raras excepciones, las escenas únicamente están iluminadas con luz natural. No obstante, cada plano está muy cuidado. Los planos panorámicos de la ciudad de Gijón, así como de los paisajes naturales de Asturias, son de una gran belleza. Lo mismo sucede con algunos planos medios, en los se encuadra a los personajes de Antonio y Elena desayunando junto a la ventana o conversando a la luz de una lámpara ya de noche. De la mano de la fotografía destaco la música, que sin duda juega un papel especial. El “Canon” de Pachelbel es un tema muy descriptivo, que nos introduce al personaje de Antonio: su pasado, sus recuerdos. Por otro lado, “Beguin the Beguine”, de Cole Porter –compositor americano de los años cuarenta que Garci empleará en algunas de sus películas posteriores- es el leitmotiv de Elena y Antonio. Considero que hay momentos en que se hace un uso excesivo de la música a fin de dar mayor fuerza dramática a la película. Así sucede cuando Antonio regresa a San Francisco. Estas últimas escenas rompen el ritmo de la película y le hacen perder unidad, al tiempo que apenas aportan nada a la trama.
Nos encontramos frente a una obra que compendia de modo sintético los principales rasgos de lo que ha sido y es el cine de José Luis Garci. Un cine que mira hacia atrás –hacia los grandes clásicos de Hollywood- y no propone nada nuevo. Y es que Garci, en ese sentido, es un segundón. Como gran amante del cine, Garci trata de imitar a los grandes maestros –Ford, Capra, Huston. La temática casi siempre va acorde con su estilo: la mirada al pasado. Volver a empezar, You’re the one, Historia de un beso, Tiovivo c. 1950, Luz de domingo… son todas ellas películas con una idea de fondo: cualquier tiempo pasado fue mejor. Y es esta temática la que imprime a toda la filmografía de Garci de una nostalgia sensiblera –incluso amarga- que en ocasiones cansa y empalaga.
(JOSÉ LUIS GARCI, 1982)
No pocos años después de debutar en la pantalla con Asignatura pendiente (1977) –película que más tarde se convertiría en uno de los títulos más representativos de la Transición española-, José Luis Garci llevaría al cine español a la cima de su hasta entonces azarosa trayectoria al obtener el Óscar de la Academia a la “Mejor Película en Habla No Inglesa” con Volver a empezar. Hecho sin duda sorprendente en el caso de una figura tan polifacética como lo es la de Garci -autor literario, crítico de cine, director, guionista y productor.
La película nos cuenta la historia de Antonio Miguel Albajara, un asturiano exiliado desde el año 38 que, poco después de recibir el Premio Nobel de Literatura, decide regresar a Gijón, la tierra de su juventud, para reencontrarse con sus viejos amigos y ver por última vez a Elena, la mujer de la que una vez se enamoró y cuyo recuerdo no ha podido borrar de su mente durante los años de exilio.
Un solo visionado de la película basta para darnos cuenta de que Garci es un purista que cuida hasta los detalles más menudos. El desarrollo de la trama es simple y perfecto –casi geométrico: alternando constantemente escenas de diálogos con paisajes de Asturias. Se trasluce en ella el amor de Garci por el cine clásico norteamericano –la historia sigue en muchos casos los cánones de la narrativa cinematográfica de los años cuarenta y cincuenta- y su afán de emularlo en cada escena, en cada plano. Puede que este sea uno de los motivos por el que algunos han apuntado que, si bien esta película es perfecta en su forma, carece de personalidad propia. El retorno a la tierra natal –no me resisto a comparar esta película con El hombre tranquilo, clásico admirado por Garci-, la enmienda de una vida al saber la muerte próxima… Son lugares comunes del melodrama que Garci revisita con pulcritud técnica y una no siempre acertada dosis de sentimentalismo.
Merecen una especial mención las interpretaciones. Por un lado, Antonio Ferrandis –más conocido por su papel como Chanquete en la célebre serie Verano azul- en el papel de Antonio. La suya es una interpretación sobria y contenida. Antonio es un hombre entero, sereno y, al mismo tiempo, nostálgico y apasionado. Hago hincapié en la secuencia de arranque de la película. Los primeros planos del rostro de Antonio, contemplando los lugares de su juventud, son muy expresivos. Por otra parte, es notable la interpretación de Encarna Paso como Elena, una mujer romántica y cariñosa. Lástima que sus intervenciones en la película estén dobladas, pues esto resta naturalidad a la película. Un tercer personaje fundamental es el de Roxiu, el viejo amigo de Antonio, interpretado de forma admirable por José Bódalo. Me detengo en destacar la escena en la que Antonio y Roxiu conversan junto a la chimenea y este revela a su amigo el motivo de su regreso: su enfermedad terminal. Considero que esta es la escena más conmovedora de toda la película. Roxiu apenas dice nada a su amigo, pero cada mirada suya condensa un sinfín de sentimientos. Por último, las palabras “Antonio, lo siento” tienen una fuerza brutal y golpean al espectador en lo más hondo. Encontramos junto a estos personajes otros más secundarios que aportan un contrapunto cómico a la trama: es el caso de Gervasio Losada, el puntilloso gerente del Hotel Asturias, interpretado por el brillante Agustín González.
En el plano técnico, quisiera remarcar la calidad de la fotografía. Salvo raras excepciones, las escenas únicamente están iluminadas con luz natural. No obstante, cada plano está muy cuidado. Los planos panorámicos de la ciudad de Gijón, así como de los paisajes naturales de Asturias, son de una gran belleza. Lo mismo sucede con algunos planos medios, en los se encuadra a los personajes de Antonio y Elena desayunando junto a la ventana o conversando a la luz de una lámpara ya de noche. De la mano de la fotografía destaco la música, que sin duda juega un papel especial. El “Canon” de Pachelbel es un tema muy descriptivo, que nos introduce al personaje de Antonio: su pasado, sus recuerdos. Por otro lado, “Beguin the Beguine”, de Cole Porter –compositor americano de los años cuarenta que Garci empleará en algunas de sus películas posteriores- es el leitmotiv de Elena y Antonio. Considero que hay momentos en que se hace un uso excesivo de la música a fin de dar mayor fuerza dramática a la película. Así sucede cuando Antonio regresa a San Francisco. Estas últimas escenas rompen el ritmo de la película y le hacen perder unidad, al tiempo que apenas aportan nada a la trama.
Nos encontramos frente a una obra que compendia de modo sintético los principales rasgos de lo que ha sido y es el cine de José Luis Garci. Un cine que mira hacia atrás –hacia los grandes clásicos de Hollywood- y no propone nada nuevo. Y es que Garci, en ese sentido, es un segundón. Como gran amante del cine, Garci trata de imitar a los grandes maestros –Ford, Capra, Huston. La temática casi siempre va acorde con su estilo: la mirada al pasado. Volver a empezar, You’re the one, Historia de un beso, Tiovivo c. 1950, Luz de domingo… son todas ellas películas con una idea de fondo: cualquier tiempo pasado fue mejor. Y es esta temática la que imprime a toda la filmografía de Garci de una nostalgia sensiblera –incluso amarga- que en ocasiones cansa y empalaga.
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