Una letra femenina azul pálido (Franz Werfel. Editorial Anagrama. 144 págs.)
Pocas cosas producen en el lector tanto impacto como la instantánea en primerísimo plano de un alma humana en carne viva. En escasas ciento cuarenta páginas, este parece ser el propósito del literato Franz Werfel. No cabe duda de que el austriaco es un experto fotógrafo, que enfoca su objetivo sobre cientos de minucias que, paradójicamente, resultan más reveladoras que un plano general. Unos guantes, una alianza matrimonial, una mirada, un silencio… una letra en tinta azul pálido. Poco a poco, el autor nos ofrece piezas diminutas y aparentemente inconexas que, una vez ensambladas, nos descubren el interior de cada personaje. Y es éste el punto fuerte de la obra: los perfiles psicológicos. Lejos de resultar forzados o incluso tópicos, los retratos de Werfel son certeros, así como, me atrevería a decir, impúdicos y descarnados. Una letra femenina azul pálido es un libro sin fecha de caducidad, pues su centro de gravitación –la dinámica del alma humana- no perecerá nunca mientras el hombre siga siendo hombre.
En lo referente al estilo, el autor acierta en las descripciones, plásticas y cargadas de sentimiento. Parece como si, en ocasiones, el paisaje también fuera un personaje con algo que contarnos (Así, por ejemplo, Werfel describe las calles de Viena como sigue: “El ronquido de los motores, el chirriar de los tranvías y, en general, los ruidos de la calle, próximos o lejanos, llegaban como acolchados. Cada ruido era a la vez exagerado e impreciso, como si el mundo contara la historia de aquel día con la boca llena”). Además, el cambio de tercera a primera persona –la voz interior de Leónidas, el protagonista- nos permite percibir al personaje a distancia, con cierta perspectiva, a la vez que conocemos sus conflictos interiores –que, a fin de cuentas, son lo esencial de la obra-. Resulta sin duda asombroso como, en el transcurso de un solo día, el autor da cita a cuestiones de tanta hondura como la culpa o la redención, la humildad o el arrepentimiento, el pasado o el presente, el amor o el orgullo… en una historia que remueve y escuece. La historia de un hombre –Leónidas- que nos recuerda a viva voz que la salvación, aunque a veces difusa y susurrante, se encuentra cada día en nuestras manos.
Pocas cosas producen en el lector tanto impacto como la instantánea en primerísimo plano de un alma humana en carne viva. En escasas ciento cuarenta páginas, este parece ser el propósito del literato Franz Werfel. No cabe duda de que el austriaco es un experto fotógrafo, que enfoca su objetivo sobre cientos de minucias que, paradójicamente, resultan más reveladoras que un plano general. Unos guantes, una alianza matrimonial, una mirada, un silencio… una letra en tinta azul pálido. Poco a poco, el autor nos ofrece piezas diminutas y aparentemente inconexas que, una vez ensambladas, nos descubren el interior de cada personaje. Y es éste el punto fuerte de la obra: los perfiles psicológicos. Lejos de resultar forzados o incluso tópicos, los retratos de Werfel son certeros, así como, me atrevería a decir, impúdicos y descarnados. Una letra femenina azul pálido es un libro sin fecha de caducidad, pues su centro de gravitación –la dinámica del alma humana- no perecerá nunca mientras el hombre siga siendo hombre.
En lo referente al estilo, el autor acierta en las descripciones, plásticas y cargadas de sentimiento. Parece como si, en ocasiones, el paisaje también fuera un personaje con algo que contarnos (Así, por ejemplo, Werfel describe las calles de Viena como sigue: “El ronquido de los motores, el chirriar de los tranvías y, en general, los ruidos de la calle, próximos o lejanos, llegaban como acolchados. Cada ruido era a la vez exagerado e impreciso, como si el mundo contara la historia de aquel día con la boca llena”). Además, el cambio de tercera a primera persona –la voz interior de Leónidas, el protagonista- nos permite percibir al personaje a distancia, con cierta perspectiva, a la vez que conocemos sus conflictos interiores –que, a fin de cuentas, son lo esencial de la obra-. Resulta sin duda asombroso como, en el transcurso de un solo día, el autor da cita a cuestiones de tanta hondura como la culpa o la redención, la humildad o el arrepentimiento, el pasado o el presente, el amor o el orgullo… en una historia que remueve y escuece. La historia de un hombre –Leónidas- que nos recuerda a viva voz que la salvación, aunque a veces difusa y susurrante, se encuentra cada día en nuestras manos.
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