martes, 23 de junio de 2009

Novecento


Novecento: La leyenda del pianista del océano (Alessandro Baricco. Editorial Anagrama. 88 págs.)


Inusual. Posiblemente éste sea un acertado apelativo con el que calificar la escueta pero evocadora obra de Alessandro Baricco. ¿Texto teatral?, ¿novela?, ¿relato? Novecento se inmiscuye en cada uno de estos géneros, pero sin llegar a ser ninguno de ellos. Desde la primera página, este monólogo con acotaciones no suelta al lector, a la vez que le pide tener los cinco sentidos despiertos, ya que es un texto que, por su brevedad, dice poco y a la vez dice mucho. Como el propio título indica, la obra se centra en la personalidad de un hombre sin parangón: Novecento, el extraordinario pianista del trasatlántico Virginian. A pesar de ser una obra concebida para ser representada en un escenario, el monólogo, cálido y misterioso, nos trasporta rápidamente a las cubiertas y los salones del lujoso crucero, y creemos estar allí, escuchando una de las alocadas composiciones del legendario pianista.

Seguramente, si alguien que hubiera leído este monólogo y fuera preguntado por el argumento del mismo, le sería difícil responder. Creo que aquí radica el misterioso atractivo de la obra. Sin duda hace referencia a grandes temas como la amistad –la del pianista con el narrador de la historia-, la humildad –de Novecento frente al arrogante Jelly Roy Morton-, la magia, la grandeza de lo pequeño… Destaco pasajes de gran belleza como el recital de Novecento en medio de la tormenta (“Comprendí que lo que estábamos haciendo en aquel momento, lo que de verdad estábamos haciendo, era bailar con el océano, nosotros y él, locos bailarines, y perfectos, abrazados en un vals turbulento, sobre el dorado parquet de la noche. Oh yes.”) o cuando se explica por qué nunca se atrevió a pisar tierra firme (“En ese teclado no hay una música que puedas tocar. Te has sentado en un taburete equivocado: ése es el piano en el que toca Dios”). Por su espontaneidad, por la frescura y la originalidad de las descripciones, muy poéticas en algunos casos, Novecento es una pequeña joya que se disfruta como una dulce pero intensa dedada de miel, que hay que saborear en pequeñas dosis para saber apreciarla.

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