HOY EMPIEZA TODO (Bertrand Tavernier, 1999)
“No se trata de algo social, sino de escucharlos y de mirarlos”. Daniel Lefebvre (Philippe Torreton), protagonista de Hoy empieza todo, condensa en pocas palabras el mensaje que anima esta película. Tavernier va más allá del mero espíritu combativo, de reivindicación, que subyace al cine social. Esta vez no es un problema social más: se trata de la educación de los niños. La escena de arranque y la de cierre son significativas. En ellas vemos primeros planos de rostros de niños, de sus miradas. Es como si la película nos invitara a detener la mirada sobre cada niño, y verlo como alguien único, irrepetible. Estos primeros planos van jalonando a su vez todo el relato, recordándonos qué es lo que realmente está en juego.
Otro tema fundamental del filme queda esbozado mediante la metáfora que el cineasta establece al comparar el oficio de Daniel, director de parvulario, con el de su mujer, quien esculpe piedra y metal a modo de arte abstracto. Una vez más, la educación se nos presenta como algo que rebasa la problemática social. Es un arte. La fiesta del parvulario, al final del relato, refuerza esta idea. En ella tiene lugar una especie de alegoría, precisamente a través del arte, de esa tarea valiente que es la educación de los hijos. Una tarea cuyo artista no es el ayuntamiento o las normativas, sino el profesor y, sobre todo, los padres.
Hoy empieza todo es, a fin de cuentas, un sincero homenaje a los padres. Este es el gran desvelamiento final, que acontece mediante el poema de Daniel. Ellos son los héroes de esta película. Padres que, si bien distan de mucho ser intachables –llenos de inseguridades y defectos, de miedos que los asemejan a los niños-, cumplen un papel insustituible en la vida de los hijos. También en la de Daniel. “De ellos heredamos montones de piedras, pero también el coraje para levantarlas”.
Daniel Lefebvre (Philippe Torreton) es el director del parvulario |
1 comentario:
Me metiste el gusanillo.
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