
Seis años después de la caída de las torres de Babel, Hollywood trató de aproximarse más directamente a la tragedia acaecida el 11 de septiembre con una película que cuenta la historia de un joven padre de familia que perdió a su mujer y tres hijas en uno de los aviones que colisionaron aquel día. En algún lugar de la memoria es un film contenido y valiente, que trata con hondura y sin caer en el tópico muchos de los problemas que aquejan hoy día a nuestra sociedad del bienestar.
Charlie (Adam Sandler) y Alan (Don Cheadle) se conocieron durante sus años de universidad. Eran compañeros de piso. Terminada la carrera como dentistas, ambos se casaron y formaron una familia. Sus caminos se habían separado, y no volverían a cruzarse hasta muchos años después. Por desgracia, Charlie ya no es el mismo de antes. Su vida quedó irreversiblemente truncada, como la de tantas familias norteamericanas, el 11 de septiembre de 2001. Desde entonces, Charlie parece haber hecho “borrón y cuenta nueva” y lleva una vida solitaria donde sus únicas aficiones son los videojuegos, tocar la batería y escuchar a Bruce Springsteen. “Eras mi compañero de habitación. Eso fue hace mucho tiempo… en otra vida”, reconoce Charlie cuando vuelve a ver a Alan después de tantos años. El olvido parece ser la única vía de escape para un hombre que ha perdido todo aquello en lo que había puesto su corazón. El olvido y una vida irresponsable, sin amigos, sin obligaciones, en la más absoluta soledad. “Se comporta como si fuera más joven que Peter Pan”, le dice a Alan una de sus hijas refiriéndose a Charlie.
Alan intentará por todos los medios sacar a su amigo del pozo en el que se encuentra. Pero Charlie parece haberse cegado a sí mismo. Es incapaz de mirar al dolor fijamente. Aún no ha aceptado la pérdida de

Podría decirse que hay dos grandes temas latentes a lo largo de la película. En primero de ellos va directamente ligado con la sombra que dejaron los atentados de 2001. Hay varias escenas en las que se hace referencia directa a la psicosis que se generó a raíz de estos sucesos. Baste recordar la escena en la que Charlie Fineman es reducido violentamente por un par de policías novatos, presas del pánico. Psicosis y dolor. Charlie se nos presenta como un paradigma del norteamericano que vio su vida derrumbarse a la par que las dos torres. Pero el suyo no es un dolor cualquiera, sino el más inexplicable: la muerte. El american way of life que parece hipnotizar al mundo entero es duramente criticado en esta película. El placer, el trabajo, la evasión… no son soluciones para atolladeros de tal magnitud. Vemos como Charlie pasa las horas muertas jugando a la consola y escuchando música. Pero esto sólo lo aísla más en su mundo paralelo. El segundo gran tema es en cierto modo consecuencia del primero: la soledad. “Parece solo. No sé por qué pero es algo que me resulta muy familiar”, le confiesa a Alan una de sus pacientes, quien cree poder encontrar remedio a este problema en el sexo. Ciertamente, todos los protagonistas del film muestran síntomas de esa soledad tan presente en una sociedad como la norteamericana, el paraíso del do it yourself, la comodidad y el individualismo.
1 comentario:
joder, es cojonuda! nada conocida, pero la gente es imbécil, asi que...
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