
La historia, contada por un narrador tan original que me niego a desvelar en una simple crítica, nos introduce a la desangelada vida de Liesel Meminger, una niña de diez años cuyos padres no pueden atender que es enviada a una casa de acogida cerca de Munich a escasos meses estallar la Segunda Guerra Mundial. No obstante, la trama no gira en torno a la situación histórica, sino al día a día de un pueblecito repleto de seres inolvidables que nos llevarán a vivir este relato como en carne propia.
La riqueza de los personajes, junto con el original estilo descriptivo del autor
australiano, hacen de la La Ladrona de Libros una obra deliciosa que mantiene al
lector en vilo desde la primera a la última página además de hacerle reflexionar
sobre temas siempre en boga como la amistad, la muerte, la esperanza o el valor
de las palabras.
Nos dejarán un recuerdo imborrable personajes como Hans y Rosa Huberman, los misteriosos padres de acogida del nº 33 de Himmelstrasse, Rudy Steiner, el alocado amigo de Liesel que quiso ser Jesse Owens en un lugar donde el racismo estaba a la orden del día, y Max Vandenburg, el solitario púgil judío de pelo de plumas, quien tendrá que ganar el último asalto a Hitler si quiere sobrevivir.
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